Cada día que pasa, cobran más
veracidad unas escenas que se forma en mi cabeza de
juicios presididos por monos, estas escenas cobran un realismo
desorbitado al escuchar sobre alguno de estos juicios tan sonados y polémicos
que se vienen sucediendo cada vez con más frecuencia en España. La
mayoría, por negligencias (en el mejor de los casos) o delitos de los altos
cargos de nuestra sociedad y los cuales, casi en su totalidad, acaban sin ningún
culpable o con suerte, las penas son irrisorias.
Metro de Valencia, Prestige, el
Madrid Arena, el descarrilamiento de Santiago, la no imputación de la
infanta... etc... Por citar los más, notorios.
Si a uno no se le inflama lo
suficiente el alma al ver la impunidad de los políticos, hijos de la realeza o
grandes empresarios, todavía puede deleitarse con noticias más cercanas a la
ciencia ficción que a la realidad como la de los cuatro imputados por arrojar
unas tartas a la cara de la presidenta de Navarra, a los que se les quiere
condenar con penas de entre 5 y 9 años. Como recogen algunos periódicos, la
magnitud de las penas a las que se enfrentan son igual o superiores (en la
mayoría de los casos) a las penas que se asignan a casos como los de elaborar
pornografía con menores de edad, trafico de drogas (perteneciendo a bandas
organizadas), trata de seres humanos (esclavitud, explotación sexual...),
agresión sexual, sustituir a un niño por otro en un parto, o atraco con
violencia...
Es increíble como cada día que pasa
elementos tan básicos y necesarios de la sociedad como son la política y la
justicia, pierdan credibilidad a pasos tan agigantados. Es increíble como se están
convirtiendo en unos circos mediáticos igualmente dirigidos única y
exclusivamente por el poder y por el dinero. Pero lo realmente increíble, es
que seamos tan MIERDAS, de aguantarlo y no echarles a patadas.
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